Confirmación

¿Cuál es el proceso para hacer la Confirmación?

Para menores de edad, el proceso para la Confirmación dura tres años, desde los 15 a los 18 años.

Están convocados todos aquellos jóvenes que deseen confirmarse, tanto si forman parte de Bidazti, el grupo de postcomunión de la Unidad Pastoral, como si no.

Voluntariados, oración, actividades de verano, encuentros con otros grupos similares o formación en cuestiones relacionadas con la fe son algunos de los ingredientes del proceso para confirmarse.

Para los mayores de edad el proceso dura un curso completo.

¿Cuál es el propósito de la Confirmación?

Renueva las promesas de bautismo que tu madre y tu padre, madrina y padrino, hicieron en tu nombre, y declara y confirma públicamente el compromiso para la continuación del Evangelio.

La Confirmación es un sacramento que nuestro Obispo establece sobre todos los confirmados, y que se hace por medio de los Santos óleos (Crispación).

¿Qué símbolos intervienen en la Confirmación?

  • El Santo Crisma, es el óleo qué contiene el aceite perfumado. 
  • El Sello, representa a la persona. 
  • El Fuego, representa el fuego del Espíritu Santo el cual purifica nuestros pecados. 
  • El Ósculo, representa la paz.

El Sacramento de la Confirmación fue instituido por Nuestro Señor Jesucristo cuando confirió el Espíritu Santo a Sus Apóstoles el domingo de Pascua Juan 20: 22-23 y el domingo de Pentecostés Hechos de los Apóstoles 2: 1-11.

Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

(Juan 20: 22-23)

Para recibir el Sacramento de la Confirmación, hay que realizar un curso de tres años. La inscripción se hace el año que se cumplen 15 años.

En nuestras parroquias, los grupos de Confirmación están coordinados por un laico liberado, acompañados por varios monitores, los jueves de 20:00 a  21:00 en Las Mercedes.

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. 

Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. 

Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. 

Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. 

Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. 

Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? 

¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? 

Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. 

(Hechos 2: 1-11)

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